Ruta de la Amistad. CINCO.
En las sombras. Así encontramos a Roverbal Almeida en un rincón de Puerto Escondido, entre el Golfo Dulce y el Parque de Corcovado. Un hombre que hace un trabajo extraordinario aun en las sombras, porque sus ojos se están apagando. Un brasileño de nacimiento que tiene una fuerza peculiar, y que, armado de un bastón, se sigue metiendo en la montaña porque no deja su trabajo con jaguares y otros «gatos» de la selva…
Su casa es humilde. Montañera, en madera, y en ese momento azotada por un aguacero descomunal.
No oculta esa pasión por estudiar esos animales que deambulan por esas montañas de Península de Osa. Esos felinos encontraron en su alma de biólogo a un defensor y un amigo.
Aunque a partir de ese trabajo con ellos es que sus ojos han perdido la luz…
Nos pide ser justos: Los felinos no son culpables de lo que viven sus ojos. Por eso en la entrevista esa explicación era justa. No fueron los felinos, fue un microbio que estaba en los excrementos de esos animales lo que le destrozó la vista y que incluso le provocó un estado de coma que obligó a trasladarlo a Brasil.
Pero volvió…
(foto de su Fecebook)
Una ceguera inicial que le dejan 10 años de ese trabajo, la mitad de lo que lleva en Costa Rica. Aun así, recorre la selva, incluso de noche. «Como no veo nada, nada me asusta», es su sentencia…
LA ENTREVISTA CON UN HOMBRE EXTRAORDINARIO:
No tiene quejas. No tiene ninguna amargura. Solo ganas de trabajar por unos animales, y una esperanza de no perder del todo su visión.
Por eso en la entrevista lo dice: Mi vida es acá...
