SAN VITO DE COTO BRUS. Un pueblo chiquito con su propia escuela de música. Y su olor a café.
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SAN VITO DE COTO BRUS. Un pueblo chiquito con su propia escuela de música. Y su olor a café.

Ruta de la Amistad. CINCO

La carretera para llegar a San Vito de Coto Brus es aterradora.

Lo es para el conductor desde cuando se abandona  Ciudad Naily,  esa ciudad intensamente comercial.(Una ciudad  que nació de un inmigrante de origen libanés, Ricardo Neily Jop, quien compró una extensa propiedad y con comerciantes de la zona se creó Villa Neilly, que consideraban entonces un centro de entretenimiento para los trabajadores bananeros)

Pero salir de esa ciudad buscando San Vito, de noche y con niebla, no es nada entretenido…

El premio luego de semejante recorrido (sinuoso como ninguno)  es un pueblo  repleto apasionantes historias y un buen café...

Y la historia inicial es la de los migrantes italianos que en los cincuentas llegaron como pioneros  (desde cuarenta diferentes lugares  de Italia), y  llegaron a la región encabezados por los hermanos Vito Giulio Cesar y Ugo Sansonetti.

Y otra historia, al calor de un café, la disfrutamos con este hombre:​ Gersan Arias Picado

Fue culpa de  un papá visionario: Envía Gersan a estudiar al Conservatorio Castella en San José. Tenía entonces 13 años, y en principio se sintió intimidado por una ciudad enorme, y sin su familia…

Esa experiencia lo empuja luego a crear una escuela de música en su pueblo, con todos los peros que un proyecto tan ambiciosos tendría encima. La capacidad económica de la gente, la cantidad de habitantes suficientes…Los peros.

Pero encuentra el principal argumento para que su plan  funcionara pese a las angustias: Había mucho talento.

Así las cosas, su plan comenzó caminar, de la mano de otras ideas que venían por el mismo camino y que facilitaron que se construyera el lugar soñado.

Y es él, quien enseña todo a sus 80 estudiantes...(arriba en una foto de su Facebook y con alumnos)

Al final, la vida lo había preparado para todo, incluso para cuando se quiere tirar la toalla, y aparece una fuerza que lo empuja a seguir sin tregua y con la misma pasión.

Y para terminar, fue ahí en San Vito, bajo la lluvia, donde encontramos un letrero que nos recordaba por qué el quinto recorrido lo bautizamos «La Ruta de la Amistad». Un buen recuerdo.

Vale volver por un buen proyecto y un buen café.

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