Un país «chiquitico» donde viven apretujados corazones gigantes

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«Somos el pueblo que levantó Cinchona, somos el pueblo que levantará Upala»  frase del escritor costarricense Warren Ulloa.

Otto entró de acallado, como los ladrones que se llevan la paz una vez que sabes que estuvieron en casa. A diferencia que sabíamos que venía, pero no que llegaría con un saludo revoltoso y lamentablemente doloroso y que, al cerrar la puerta dejaría nuestro hogar desordenado, embarrealado y con el agua hasta el cuello.

¿Coincidencia? Hoy viernes negro, fecha comercial en la que muchos, inclusive desde meses de anticipación planeaban comprar al mejor precio ese artículo por el que estuvieron ahorrando o dejando saldo disponible en la tarjeta de crédito; cambiaron de parecer. Hoy, ganó el propósito, sin rebajas, sin descuentos.

De un momento a otro, en las primeras horas del día, al ver las imágenes de lo sucedido en Upala, Bagases, Los Chiles y Liberia, las ideas de compra obtuvieron otro significado. El de la solidaridad.

El nudo en la garganta del presidente Luis Guillermo Solís, expresando su rabia, internamente descontrolada, pero externamente traducida en una que otra fugaz lágrima, nos dejó entrever que el cansancio, el agobio y las trasnochadas de las comisiones de emergencia y los cuerpos de rescate, seguían siendo la manifestación de fe tan grande y enorme como lo es un grano de mostaza. Como Costa Rica: pequeñito y real.

Las redes sociales nos recordaron esa forma de ser tan particular y aborrecida del tico. La doble moral. Unos critican al gobierno, otros dejan en «estados» de sus redes sociales el llamado a ayudar colgados en sus muros. Sin más sin menos. La mayoría, salió a los centros de acopio a vivir en carne propia la alegría de dar, de donar, de regalar esperanza.

Si bien en cierto que, tenemos la posibilidad de creer, ya sea en Dios, en Alá, Buda o el Universo, hasta en nadie. Si podemos ser conscientes que hay algo en lo que debemos fiarnos, y es en creer en nosotros mismos, en nuestra capacidad de ser, de ser buenos y ante la adversidad agradecidos. Atentos al otro, a la desmotivante realidad, pero que es la realidad. Dónde la muerte siempre tendrá un lugar, en medio de tres o cuatro lugares más cuyos espacios están reservados para la vida.

Un pueblo desaparece. Una fuente de vida atormentada ocasionó desastre y arrebató almas. Movió la tierra y enterró corazones, en ese momento angustiados, hoy recordados, llorados…

Hay algo cierto. Si lee esto es porque al igual que yo, despertó al milagro de la vida un viernes negro, un viernes más. Su vida tiene propósito y sentido.

Nada de lo que tenga en este mundo, le será útil en el otro. Nada. Lo que si podrá llevarse es lo que guarde en alegrías en el banco de la «buena vibra» del desinteresado yo puedo, yo debo, del yo hago.

Por: Dionella Burgos

periodista@vidafm.cr

Fotografía: Comunidad PAS – FB

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