Trump anticipado

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A estas alturas, queda lejos de todo riesgo tratar de explicar por qué ganó Donald Trump. Y eso aun expresando sorpresa y reconociendo el error de haberle apostado 10 a 1 a Clinton.

Sorpresa que no me llevé y error en que, al menos yo, no incurrí. Hoy puedo decir ufano: ¡se los dije!

Acierto y error. Sin resguardos, advertí en estas páginas (y en radio, en redes, foros, etc.) lo que hasta los más reputados analistas fueron incapaces de anticipar, al optar por la ruta fácil de leer encuestas.

Transitaron unívocamente por esa ruta tradicional frente a una campaña que de tradicional no podía tener nada, desde el momento en que el contendor principal era un completo anormal. Sin descontar las redes sociales que irrumpieron como factor determinante de la agenda y las opiniones políticas imperantes. Redes que antes eran importantes, pero ahora pasaron a ser centrales.

He ahí la primera lección política para la próxima campaña electoral costarricense: las redes marcarán las tendencias y competirán en influencia con los medios tradicionales de comunicación.

Pobre el candidato que las descuide y, aún más pérfido, el analista que no se ocupe de ellas. Ahí estará el ritmo de la música que bailará la comparsa política criolla. De eso no quepa la menor duda.

La masa de analistas se ahorró ver más allá de lo obvio y por eso se equivocó tan pasmosamente. Ni afinó el método ni mucho menos actualizó sus recursos, cayendo en el error de interpretar la nueva política con las mismas herramientas fijadas por y para la vieja política.

Así, lo que está bien para el público, que se guía al formar sus juicios por los grandes titulares fabricados por la prensa norteamericana, reciclados a su vez por la prensa nacional, gracias al recetario de las agencias transnacionales de noticias, no lo está, ni puede estarlo, para los profesores y analistas que entramos en esas arenas movedizas donde se afina la opinión pública.

Ahí el cuidado debe extremarse prudentemente y la mirada crítica debe profundizar en la urdimbre de noticias, procurando ir siempre más allá de lo que las encuestas fotografían y los medios editorializan.

 

Pecado mayor. Es, por tanto, en los análisis más serios y reposados donde debe aplicarse una autovacuna de objetividad, que permita al analista evitar la proyección de sus deseos personales en la realidad ( wishful thinking ).

Y digo esto porque el pecado mayor de la mayoría fue caer en negación y, ya fuera por temor a Trump o por simpatía a Hillary, afirmar desde ahí que ella la tenía segura y de toda suerte ganaría (o sí o sí…). ¡Craso error de juicio! ¡Mal análisis!

Esos mismos taxonomistas del error vienen hoy sobre el cadáver haciendo autopsia, cuando toda la gracia estaba en la biopsia que anticipaba que el carro iba directo al precipicio. Porque ¿qué gracia puede tener venir a decir ahora algo, cuando el carro yace en el fondo del guindo? Solo cabría agregar: “¡Qué torta, no lo vimos venir! ¿Y ahora qué hacemos?”.

Y, ante eso, lo único que cabría responderles sería: “pues nada, recojan el muerto y plántense el guante”.

Mi abuelo, el filósofo Luis Barahona Jiménez, por cierto uno de los escritores eximios que cofundaron con su pluma la Página Quince de este diario, sostenía que “la labor del académico no puede ser otra que anteponerse al caos”.

“Misión cumplida”, le diría hoy satisfecho, si lo tuviera enfrente.

Análisis. Anticipé que Trump ganaría y no lo dije una, sino muchas veces, tanto en Estados Unidos como aquí. En radio, en prensa digital e incluso en estas mismas páginas de La Nación para que no hubiera duda ni quite después (“ ¿Y si él gana?” , La Nación, octubre 2016).

 

Pero basta de hacer leña del árbol caído. Prefiero la congruencia de no quedarme en la explicación, que en todo caso ya brindé, y antes de las elecciones, explicando el “Triumpho”. Prefiero ahora seguir viendo hacia adelante. Los riesgos son aún mucho mayores de lo que se presagia.

Lamento, nuevamente, que en el ambiente mediático esté ausente, otra vez, el análisis de elementos que se divorcien de las voces dominantes que hoy se limitan a subrayar el riesgo que, para el comercio exterior, supone el “Triumpho”. Hay otros temas igual de medulares y, por tanto, igual de preocupantes.

 

 

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Pablo Barahona 

Abogado – Analista Político

Colaborador Vida FM

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