SIQUIRRES. Olor a Macondo.Crónica de Pacuarito y sus años de soledad.
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SIQUIRRES. Olor a Macondo.Crónica de Pacuarito y sus años de soledad.

Permítannos una licencia literaria. Déjennos narrar por qué, cuando el bochorno pretendía derretir la tierra, nos sentimos en Macondo…

Pero antes, con los pies en la tierra, compartimos esta imagen que nos estalló en los ojos poco después de partir de Turrialba: La inmensidad de un Caribe que por su hechizo  nos hizo pensar que íbamos rumbo a lo fascinante…como al final lo fue.

CRÓNICA LIBRE…

Quiso el espíritu de los Buendía que fuera así de coincidente. Que por culpa de “Cien Años de Soledad” nos transportáramos de pronto a la orilla de un ferrocarril casi abandonado en su olvido, frente a una espléndida y robusta casona, vieja y colorida, sostenida bellamente en el tiempo, y una “mamá grande”, bella, esperándonos en la puerta. Presentimos que allá dentro dormía su siesta, el viejo José Arcadio Buendía.

Una impensable Úrsula Iguarán, menos trascendental y mística, muy terrenal, amable, de manos enormes y de  recuerdos del mismo tamaño. No pudimos evitar la sensación de estar en medio de un lugar mágico. Un Macondo local, dormido en su sopor a pocos kilómetros de Siquirres, escuchando un río…

«Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construida a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos».

Pero se llama Pacuarito. Y ella se llama Erminia Tindall, que nos mostró la historia de este rinconcito, que es la misma historia de las bananeras aquellas, de aquel tren que rugía para buscar el Valle Central. Y ella, doña Erminia, a punto de cumplir sus cien años con el recuerdo de esa muchacha que fue, cuando entregaba los tiquetes del tren; y que muchos años después, frente al pelotón de olvido, recuerda sus luchas y pide al periodista un espacio para no resignarse.

Ha soportado complacida ese sopor del Caribe, y ha visto cómo sus hijos crecen y buscan las guerras de la vida en las ciudades, y ella aun hoy, sentada a la orilla de la tarde, se queda esperándolos en la puerta…

Tal como Úrsula Iguarán, sigue siendo el alma de la casa y pilar de un mundo, el suyo, en las eternas bananeras, mientras el calor sofocante hace flotar las hojas que abandonan los árboles…

   «…dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella«.

Esta Úrsula nuestra, ahí en Pacuarito, ha  sido también omnipresente . No sabemos si fue lo mismo que en Macondo, donde los hombres se dedicaban a los grandes inventos, alquimias y la guerra, y ella trabajaba en su función de matrona  (Ursula preparaba animalitos de caramelo) tratando de mantener unida y a toda costa  la familia. Para Erminia no eran animalitos de caramelo. Su tarea eran los tiquetes de El Pachuco, como le llamaron al tren que trajo y se llevó la historia de Pacuarito.

Ella y sus recuerdos, muchos de los cuales cuelgan de unas paredes vistosamente pintadas, y muchos encajes que decoran los rincones…

Aquí su historia completa.  Cédula en mano para comprobar que ya casi llega a los cien años, acepta una conversación que se desploma por el sol del mediodía, cuando hasta el viento ha buscando refugio bajo los árboles.

 

EL BANANO: ESA COINCIDENCIA ENTRE PACUARITO Y MACONDO .

LA HISTORIA NACE CON EL FERROCARRIL.

De todas las cosas que debemos agradecer a Erminia, además de hacernos levitar como Remedios, es habernos  empujado a buscar la historia de ese tren que alguna vez llevó sobre sus espaldas el desarrollo de Costa Rica. Y la misma historia es apasionante como una novela de lo imposible…en un país que entonces apenas tenía  150.000 habitantes.

Y he aquí por qué Macondo era inevitable en este camino. Porque el personaje detrás del ferrocarril en el Caribe, es el mismo que sembró banano en fincas de la Costa Norte de Colombia, (Santa Marta). Fue el constructor Henry Meiggs, empresario americano, quien origina todo este universo. El contrato de la obra lo deja en manos de un sobrino suyo,  Mr. Henry Meiggs Keith, y la  construcción se inició simultáneamente en Limón y en Alajuela, 

El problema de la alimentación para los negros que rompían la selva  fue lo que cambió la historia del país. Porque en uno de los barcos que traían comida de puertos del Caribe, Minor Keith trajo plantas de banano a Limón. Pronto se da cuenta que el cultivo del banano era la solución para la crisis en plena obra del ferrocarril.  Entonces el empresario sembró banano  en todo el  Caribe, en Nicaragua, Panamá,y  la región de Santa Marta, Colombia.

Seamos  precisos, Keith compra tierras y siembra banano en la provincia del Magdalena, al norte de Colombia, donde nació Gabo (Aracataca), y donde el escritor creó «Cien Años de Soledad». Es decir,  ¡oh coincidencia! , donde nació Macondo.

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Gracias  doña Erminia, porque por usted  encontramos una razón histórica para pensar que Pacuarito sí huele a Macondo . Que nos abrazamos a Úrsula. Y por eso queremos  volver.

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