Ruta de los Volcanes. TRES
Cada cien metros se atraviesa un río, o un riachuelo, o una lágrima de las montañas del Miravalles. Y llueve torrencialmente mientras cruzamos el pueblo, que es una forma de definir aquel conjunto de casas al rededor de una plaza, o un parque, la pulpería de la esquina, y el hombre sentado en una butaca,esperando que pase el tiempo para subirse en él. Maleta incluida.
Es decir, estábamos en un pueblo condenado desde su nombre al agua. Solo que esta condena la envidiará esa parte de la humanidad que sufre de sed. Aquí más bien, es una bendición de la montaña.
Llegamos a Aguasclaras en medio de un agucero cerrado como si nunca fuera a detenere. Solo unos kilómetros atrás el cielo se había despejado con tal amplitud que desde la carretera que nos trajo desde Upala, vimos en silencio el lago de Nicaragua, y las nubes tan bajas que parecían beber sus aguas...